Se iba sin mirar atrás. Pero en su espalda había un ojo que lloraba
cuando pensaba que nadie podía verlo. “Me entró una basurita”, decía si lo
descubrían; mientras la vida le pasaba y las basuritas se le iban acumulando no
en su ojo sino en lo pesado de su vida. Aún así seguía yéndose, pero cada paso
hacia el lejos le costaba cada vez más pañuelos y otras cosas que era mejor no
mencionar en voz alta para evitar que el ojo le empapara la camisa nueva con ganas
de dar la vuelta.
Me encanto terminar de leerlossss!! Son geniales! Una grosa!!! :)
ResponderEliminarGracias Eli!! Recién veo tu comentario, besosss!!! :D
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