sábado, 19 de marzo de 2011

Eterno resplandor de una mente sin recuerdos

A veces la razón y la superstición  conviven en el mismo espacio, sin molestarse. Creo que eso me está pasando últimamente. Me sucedió en algún otro momento de mi vida, que al terminar una relación, quería compartir con mis más allegados cada una de las sensaciones que iban surcando mi mente y mi alma, como si tuviera un Twitter dentro que se identificara con la idea de que "el dolor compartido, es un dolor más fácil de llevar". Hoy, me pasa todo lo contrario. Todo lo que ocurrió después del quiebre elegí guardármelo para mí, hasta lo más pequeño como un mail despersonalizado, o lo más shockeante: verlo aparecer de nuevo en mi puerta. Hoy elijo el silencio, y no porque le reste importancia a las mismas cosas que antes me conmovían. Es que creo que de esa forma, al no dejarlas salir, no tienen nombre, no tienen forma ni siquiera de palabras. Y así, al no darles ni siquiera una identidad de letra que sale por mi boca, evito que entren por mi oreja y vuelvan, como un bumerang autodestructivo, contra mi corazón. No sé si es la solución, eh... Pero por ahora sirve.

lunes, 14 de marzo de 2011

Del enojo, del dolor, y del adiós

Una de las cosas que aprendí en este último tiempo tiene que ver con que enojarse no lleva a ningún lado y le produce más daño a quien lo siente que al sujeto depositario del enojo. Que en realidad la bronca es dolor, y que descubrirlo por lo menos sirve para cantarnos las 40 y saltearnos un paso innecesario, aunque el paso que siga sea sentir el dolor, así, nomás, en toda su cruda forma y sin preámbulos. Lo que nadie dice (o al menos, nadie me lo dijo a mí) es que el enojo hace más fáciles los adioses, los olvidos y todos esos etcéteras, porque en esos momentos uno va mutando mentalmente virtudes anteriormente amadas en el otro, en los peores defectos, y eso sirve para ir cerrando las heridas y las ventanas. Por eso me pregunto si yo, que me salteé la etapa de la bronca, en realidad, hice buen negocio, porque acá estoy, aún. Acá estoy.

domingo, 13 de marzo de 2011

Del por qué un color se escaparía del caleidoscopio

El caleidoscopio gira y hace que los momentos también cambien, incluso en el sabor de recordarlos. Un color, dentro suyo, se escapa, y transforma su rebeldía en la esperanza de creer que no todo tiene un destino simétrico, de que no todo va a tener su correspondiente copia en el reflejo de los espejos. Un color se escapa, pero no de su soledad, ni de sí mismo. Quizá, un día, otro de su especie decida emprender el mismo vuelo, y ahí, en el destierro, se encuentren, haciendo posible lo improbable

Nuevos espacios

Hotmail tiene casi la culpa de que yo haya abierto este nuevo blog, ya que la mudanza obligada de mi espacio "Caleidoscopicamente" a través de WordPress.com, resultó fea, muy fea, y entre establecer una lucha imaginaria para aprender a usarlo y abrir uno nuevo, me quedo con esta nueva opción. Veremos qué tal resulta el cambio...