Parado en la mitad, las turbinas se te llenan de
tierra. El tiempo te tira sogas para rescatarte hacia un adelante pero tus
raíces en lo central te hacen resistir el embate del viento. Querés, querrías,
quisieras pasar el límite, pero es tan calentito el medio que no da para
arriesgar tu construcción del mundo por un “todo mal” o “todo bien” extremo en
la ruleta de los pasos que van hacia algún lado. El medio es un lugar sin
voces, el medio es aséptico y es casa con techo y jardín que florece siempre en
primavera. Pero la ventana igual da hacia el otro patio, ese en donde todo se
mueve cuando amanece. Mejor cerrarla, del otro lado todo huele a cambio y a
juego vivo. Mejor cerrarla, sí, no vaya a ser que se cuele un desorden y te salgan
lágrimas porque al fin, tu contradicción tiene gusto a cárcel de pimienta y a
goteras.
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