martes, 23 de septiembre de 2014

Lo real



“Vamos, transfórmame en un hombre que sea capaz de lo que es obvio.”
(Kafka, en una carta a Felice).

“Hagamos algo”, dijo él y lo miré, tironeada por la inercia que nos cubría como polvo, y la imperiosa necesidad de saltar que me generaba su frase, como si yo fuera una hamaca y su palabra el envión que me ponía en movimiento.  Entonces me levanté y fui a dibujar en la arena, como si con cada línea me declarara vencedora de la quietud, y cada dibujo decretara letras que, al unirse en varias, decantaran en versos efímeros, como todo lo que declarábamos nuestro sólo por gusto de rehuirle a la eternidad y sus mundos subyacentes. Él se rió y yo supe que había detectado el error gramatical que había dejado abandonado a propósito entre las piedras, y no me importó salir rengueando si es que de esa forma había corroborado su atención y su alegría, en un mismo trazo. Nos divertimos, mucho y varias veces en esa vez. Cuando me desperté no había rastros de él ni de la arena en frases. Sólo un papel que decía: “Fue real”. Me gustó su poema, leerlo dejaba un halo de tranquilidad y también un poco de esa bruma filosa a la que no nos asomábamos sin respeto: porque la arena se convertiría en otra con cualquier agua y viento, pero el papel sería constante en las mañanas del siempre; aun cuando los dos estuviéramos dudando y creyéndonos otros que también éramos.

miércoles, 10 de septiembre de 2014

El amaestrado



Te agarrás la cabeza entre las manos
como si se te persignara la conciencia
en amuletos, para que no se la lleven lejos.
Cáliz-cuna que defiende todo
lo que queda adentro
en esa cápsula protectora imaginaria,
como si esos dedos dibujaran el subconjunto vos
mientras el todo-afuera
no dejara de avanzarte 
desde sus flancos-muchos,
presionando tus débiles ejércitos
de diez soldaditos huesudos
que se doblan, no pudiendo
ni con el peso
de su propio plomo.
Y ahí va terminando todo,
han logrado inminuirte en lo inevitable;
invadido por los índices
acusadores de lo externo,
que se meten en tu nariz,
tu oreja, tus bocas
y amasan tus no-pudientes
manos conquistadas
en una bolita vencida
que tiran lejos
mientras te tatúan su uniforme
y un alma neutra . 

jueves, 4 de septiembre de 2014

Traumas de los 30





Un día inaugurás la sensación de que el pasado se va quedando vacío de muchos nombres que lo marcaron, en presencia o tangenciando. Las distancias con las cosas que viviste parecen aún mayores, se mudan casi al terreno de lo dudoso e imaginario, porque de a poco los elementos reales que ayudan a recordar y reconstruir se van yendo, se caen, desaparecen. ¿Qué quedará en pie de lo que conocemos como realidad, cuando todos los que habitamos este presente nos hayamos ido? ¿Nos habremos ganado para entonces el derecho a ser recordados?