martes, 27 de marzo de 2012

Buen día, otoño (II)


Cuadrándome
en este lado nuevo del mundo
que espeja mi ser quien soy
y me devuelve la historia
y el mañana resultante
en un hoy futuro
y en este nuevo otoño
(el de los tibios siempre tibios
y rojos siempre rojos).
Me proyecto
en más rojos siempre,
y creo que ya descreo
en la falsa  metamorfosis
de los caleidoscopios,
porque se niegan pero repiten
ecos de los viejos colores,
(los que saben encuadrarse
los que no cuestionan su ser-tan-rojos).
Entonces me deshago
de la tradición y de lo tibio,
rompiendo con las perpetuidades.
Buen día, otoño
hoy ya no me encuentro en tu encuadre
hoy no me cuadro, hoy
soy círculos.

Buen día, otoño (I)


Buen día, otoño
le digo a las hojas
de mi diario.
Ya es otro día
y ya otras noches
fueron pasando.
Hoy es marzo y es otoño
será por eso
que las hojas de este díario
-las que te nombran-
se cayeron todas
gracias a la fuerza de algún viento
que se llevó tus huellas
y me dejó, acá, otoñalmente
desnuda de la primavera
que aquella vez
prendiste en mí.

lunes, 19 de marzo de 2012

Receta para no estar aquí



Cuando usted quiera
no ser parte del mundo
y prefiera ser, de vez en cuando,
o la mayoría de las veces,
o siempre,
una de esas personas que no se ata,
que no se ancla,
que no se sabe si tiene cuerpo,
búsquese una sillita
(como primer paso)
y siéntese de manera erguida
pero cómoda,
(apóyese en el respaldo)
y no haga absolutamente nada
(nada de nada)
con su vida terrenal.
Vea pasar a todos
sin apegarse,
pero levántese y huya
cada vez que alguien
lo eche de menos.
Así, su paso por este mundo
será leve,
etéreo,
suave,
y rápidamente
dejado en el olvido,
como si usted nunca
hubiera estado aquí,
nunca nunca
jamás.

martes, 13 de marzo de 2012

Evasiones

M. C. Escher

Tomarse vacaciones de uno mismo
es estar tibio y seguro,
y como flotando en agua, en cámara lenta.
Casi uno podría acostumbrarse
a no estar en ningún lado,
a mirar todo desde afuera, como en sueños,
salvo que al mando de ese cuerpo
no queda nadie en reemplazo.
Y de repente desde lejos, se da cuenta
de que todo lo que podría haber sucedido
pasó por un costado, y no estaba ahí
para llorarlo o reírlo.
Entonces, aunque uno esté cómodo,
da por terminadas las vacaciones,
vuelve, y se sienta consigo mismo a crecer
y a dejarse de mentir felicidades
que no tienen gusto a nada.           

lunes, 5 de marzo de 2012

El todo y las partes



 
     Cuatrocientas noventa y nueve piezas de un rompecabezas de quinientas. Buscando esa que falta, declarándola desaparecida. Intentando sobornos y tentaciones a los fantasmas que pudieran traerla de vuelta. Un día intenté incluso hacer de cuenta que no quedaba tan mal el todo sin esa parte, pero su ausencia latía en los bordes que delimitaban el lugar que le pertenecía en el conjunto. A medida que pasaban las semanas, incluso, dejé de ver el resto de las piezas y sólo ví el hueco que le correspondía, rellenándolo mentalmente con las líneas que a mi criterio faltaban. Sí, a mi criterio, porque ni siquiera recordaba ya cuál era el diseño que tenía ese pedazo de algo, sólo sabía que no podía ver nada sin ella.
     Mi vida lentamente empezó a carecer de sentido,  perdí mi trabajo y mi hogar, incluso las otras 499 piezas del rompecabezas desaparecieron también. Yo no dejaba de buscarla, de día y de noche, en todos los  rincones que la vida me pusiera enfrente, sin cesar, sin perder la esperanza.
     Un día por casualidad la encontré en un Shopping virtual. Ni siquiera costaba $2.50. No entendía cómo podía ser que alguien no supiera el valor de lo que tenía y decidiera regalarlo así, como si fuera una cosa más, pero ahí estaba. Cuando fui a retirarla (previo pago de los $2.50), el dueño me confesó con cierta vergüenza que poseía el resto de las partes, pero que prefería ya no tenerla cerca. Dijo que al mirarla parecía resaltar entre las otras, que al verla no podía ver el resto, que al sacarla del conjunto recuperaba la paz, y que ya ni siquiera podía dormir sabiendo que la pieza del puzzle estaba en la misma habitación que él. Decía que a veces le daba la sensación de que el pequeño pedazo irregular de cartón lo observaba fijamente, queriendo llenar toda la casa con su presencia.  
     Le agradecí y luego me fui rápido de ahí,  nunca me gustaron las personas que se obsesionan de maneras tan extremas. Una vez lejos respiré hondo, pensando dónde ir, ya que lo había perdido todo, pero no importaba. Ya encontraría un lugar donde sólo existiera  yo, la pieza Nº 500 y nada, nada más que nosotros y nuestra felicidad de ser sólo 2, sólo dos que ahora están completos.

Baile de máscaras

"Los amantes", René Magritte

Asumiendo mi destino de idas
y venidas (más las unas que las otras),
siento que me mentí tu imagen
como tantas otras veces.
Asumo también mi responsabilidad
para no culparte,
para no hacerte cómplice
de esa máscara que te envolvió, sí?
Que te envolvió a tu pesar,
que te llevó a vestirte
de lejos, cuando seguramente
se-gu-ra-mente,
tu voluntad estaba cerca.
Qué fácil es disculparte,
excusarte, entenderte
y ser yo quien use esta vez
la máscara también,
aunque la mía sea para no ver
eso que no quise.
Mi máscara es la de la ceguera
y hoy te sigue viendo bailar
en mi danza de amor,
en mi danza
de negaciones.