Estaban ahí, como sobrando en el mundo.
Los veo trepados a su sombra proyectada sobre las hamacas. En los ojos llevaban
un cuento al que le crecían mandrágoras que nadie sabía descifrar. En sus
relojes rebalsaba el desvelo de las noches y les corrían hebras de tiempo
apuradas, frenéticas, por las venas de lo que no vendrá. De todas formas eso no
importaba (aseguraban sus ellos de entonces) porque sabían que el secreto de
reírse no era escapar a los finales, sino huirle a las historias de otros
libros.
Bueno.... =)mitad relato, sobre todo poesía, vanguardista.
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