Aceptar
el roble
cayendo,
el silencio
cuando
es
demasiado
mucho o
demasiado
poco.
O la
duda dejando de roer
las
puntas finas de la memoria
y
los puentes misceláneos.
O el
saco donde nuestras miserias
y
nuestros deseos se encierran
a
pelear como gatos ariscos,
como
rabias hambrientas,
ansiosas
de poseer algo.
Y
justo abajo nosotros
preguntándonos
porquéyparaquéycuándo
en
un borde, el nuestro
que
baña de último veredicto
a
las palabras allí arrojadas,
mientras
de todo ello
sólo
quedan como testigos
nuestros
gusanos.
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