Un día te levantás y sos todo hueco
y no encontrás por donde comenzaste a gotear
pero fue rápido, y evidentemente certero
el trazo de lo que te dejó invisible y ausente.
De repente volvés a vos, fue todo un mal sueño;
te palpás un borde, y después los otros
pero hay uno que no reaparece donde antes
y está bien, decís, era justo que del lado-pesadilla
se quedaran con algo masticable en el plan
canje.
De todas formas el corazón ya había caducado
su razón de ser, y sus latidos muebles,
mejor donarlo entonces a las nuevas sombras
que no saben que aún duermen su inocencia;
son ellas quienes todavía no tienen un agujero
con historia
ni
una memoria que rebasa mil comodines con tu nombre.
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