Se iba sin mirar atrás. Pero en su espalda había un ojo que lloraba
cuando pensaba que nadie podía verlo. “Me entró una basurita”, decía si lo
descubrían; mientras la vida le pasaba y las basuritas se le iban acumulando no
en su ojo sino en lo pesado de su vida. Aún así seguía yéndose, pero cada paso
hacia el lejos le costaba cada vez más pañuelos y otras cosas que era mejor no
mencionar en voz alta para evitar que el ojo le empapara la camisa nueva con ganas
de dar la vuelta.
domingo, 22 de septiembre de 2013
Siete pecados (6): AVARICIA
El que guarda siempre tiene, pero no se transforma uno prefiriendo
el pájaro en mano al coro de los mil pájaros en el cielo. No existen los
tesoros a cuentagotas y el otro yo sabe que no es su yo completo si se suelta
en el todo, pero aferrado a su mitad.
Siete pecados (5): ENVIDIA
A veces me pongo a envidiar por la ventana a los que
pasan veloces y decididos, yendo a sitios en concreto. Sólo quien es como yo
sabe qué fuerza tiene el saber-hacia-dónde-ir, y cómo no saberlo te pone en un
otro lado viscoso donde cualquier calle que tomes a cualquier velocidad no
influye en el final de tu día, o de tu año entre otros 10 años. Y todo te da el
mismo dar lo mismo, y los pasos dejan de esforzarse porque para qué. Sólo quien
es como yo, sabe que podría llegar a matar por saber esa respuesta, y por tener
un por qué y un apurarme decidida hacia.
Siete pecados (4): LUJURIA
La
ciudad de atrás se te abre cuando la mirás intensamente y te
lleva hasta intersticios que huelen a veladas de baba, alcohol, perfumes
desencajados y contrastes húmedos. La otra ciudad es esa puta que si le guiñás un
ojo se te vende por 3 monedas, y no le hace asco a nada mientras ríe porque te
metiste de cabeza en la ilusión de haberla tenido entera. Pero te mentís, porque
es ella la que te envolvió el alma a cambio de anestesiar con una máscara
chiquita tu soledad, que vuelve diez minutos después de que este humo se
esfuma.
Siete pecados (3): IRA
Y mientras nuestra sangre escupe fuegos envenenados,
exponiendo la carne sobre asadores que queman las cicatrices por fuera y las
rellenan con gritos salados que las queman por dentro también; y pide muertos
para vengar nuestra furia, comiéndonos crudos a los hijos de los hijos de los
hijos de los que nos han hinchado los ojos con babas de ácido; malditos sátrapas
del dolor que sonríen ante nuestra caída invalidante de la que no nos
levantamos a la 1 (ellos ríen) no nos levantamos a las 2 (ellos gozan) y no nos
levantamos nunca (ellos tienen multiorgasmos), nuestro yo social se peina con
raya al medio y pide al mozo otro café. Sí, con dos de valium y una cucharadita
para revolver, o re-vol-vernos como si pudiéramos desensillar en una taza y
echarnos ahí a ser otros mientras el alma que nos puebla hoy se ve tan
parecida, tan espejo de ese caldo negro que gira y gira sin parar dentro de
porcelanas chinas impersonales, imperturbables.
Siete pecados (2): PEREZA
Parado en la mitad, las turbinas se te llenan de
tierra. El tiempo te tira sogas para rescatarte hacia un adelante pero tus
raíces en lo central te hacen resistir el embate del viento. Querés, querrías,
quisieras pasar el límite, pero es tan calentito el medio que no da para
arriesgar tu construcción del mundo por un “todo mal” o “todo bien” extremo en
la ruleta de los pasos que van hacia algún lado. El medio es un lugar sin
voces, el medio es aséptico y es casa con techo y jardín que florece siempre en
primavera. Pero la ventana igual da hacia el otro patio, ese en donde todo se
mueve cuando amanece. Mejor cerrarla, del otro lado todo huele a cambio y a
juego vivo. Mejor cerrarla, sí, no vaya a ser que se cuele un desorden y te salgan
lágrimas porque al fin, tu contradicción tiene gusto a cárcel de pimienta y a
goteras.
Siete pecados(1): GULA
No podían evitar ser devorados por otros, pero paradójicamente y a pesar
del hambre multidimensional que poseían, ellos podían comer sólo vientos. No
respetar las leyes de la cadena alimentaria les iba a costar ser un capítulo
olvidado en la historia del mundo.
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