Parece mentira la mucha fachada del tiempo
atravesando las ventanas, en su vaivén frío-calor que insiste en inviernos-veranos
y demases del medio; como la tibieza, por ejemplo, que no es ni uno ni otro, y
por eso allí queda, orillando una certeza. También hay un tiempo no-clima, que
es el de los relojes, y es el peor para todas las saludes. Con ése no hay
blandos a medias, no hay pasados recuperados aunque uno se siente a recordar mucho, con fuerza y no suelte. Tampoco hay
viajes atrás que nos dejen de pie en aquel big bang donde estábamos temblando.
Parece mentira, somos humanos que inventamos lapsos envasados, y nos atamos a ellos
como a cárceles de arañas implacables. Sin antídotos, sin muertes rápidas que
nos exterminen como para no sentir la herida del minuto que quema y nos pasa en
todas las carreras que nunca podemos ganar, ni aun llegando antes. Parece mentira,
es esa la verdad que nos mata. Eso, y
los años, aunque no sean ciertos.
miércoles, 23 de abril de 2014
jueves, 17 de abril de 2014
Crónica a color
Hay días donde sin abrir la ventana, ya
sabés cómo va a estar afuera por la temperatura de la cama. Salís a tu mundo de
rutinas que ya marcha a contramano sólo por ser parte de ese catálogo. Te
encontrás con la gente diaria que reacciona a lo Pavlov a cualquier conversación
también previsible. Entonces construis un mundo de temas
alternativos-llamese-la-vaca para abrir tu ángulo alterno en el blablá comunicacional
con otros, pero la mayoría de las veces sólo se retroalimenta con respuestas-confusión
y un silencio-pared. Entonces seguís hablando del clima, del país, del chisme
de turno, de amores sintéticos bajo patrón, del todo los días, de los mundos
ajenos, porque de eso quieren hablar los ajenos. Y hay que hablar, porque eso
nos hace un humano hecho, derecho y bien cortado. En la radio suena algún tema
de Charly, parece que el que opera sonido es el único que te entiende hoy.
También está encerrado en alguna pecera, con esta tarde tan linda y tanto mundo
afuera, según dicen. Volvés a casa, nobody home. La noche promete ser negra aun
atardeciendo. Previsiblemente sabía que iba a ser de ese color hoy temprano en
cama, sin levantarme todavía. Mañana sólo será cuestión de copiar y pegar, pero
viernes.
Posesiones
Había una vez cosas que no eran de nadie. Y
por ellas lloraban todos, y también lloraban las cosas-que-son-de-todos, por lo
injusto de tanto destino huérfano. Y los dueños de cosas inventaron
orfanatos para cosas sin dueño, que eran asilos con leyes para la cosa
desamparada promedio, y de repente hubo para ellas palabras prohibidas e
incuestionables, como dueño, pertenencia, y soledad. Y las cosas sin dueño pasaron
ahora a ser los expósitos-del-orfanato de todos, y aun así seguían sin ser de
nadie.
Un día amaneció de un color gris confuso, y
se fueron. Hasta ese momento habían permanecido calladas, viendo como todos las
hacían parte de su lado incómodo. Pero ellas, las cosas parias, esperaron en su
borde, hasta que la conciencia colectiva las barrió hacia un olvido de por allá
lejos.
- A dónde habrán ido? Si no tienen dónde… ni con quién!- se lamentó
una-cosa de un-alguien.
Ellas, las cosas que huían, no escucharon.
Se iban a otro lado a ser felices como antes,
siendo secreto incomprendido, cosas de nadie dueñas de sí mismas y del
mundo, que estaba siempre en busca de amos como ellas que supieran sonreír y poseerlo
sin papeles.
sábado, 5 de abril de 2014
Días así
Quisiera sentarme
y que todo pase rápido:
la tristeza, los autos de la calle
los desfiles ajenos,
las nubes, esas, de allá arriba,
los días de trabajo
y descanso (los obligados).
Los días de sentirme parte
de mecanismos ilusorios
de un gran mecanismo
que no entiendo.
Los días con nombre, con título
y tamaño estándar,
los días asépticos,
y los otros, partidos al medio,
cacheteados por segundos tristes.
(Y otra vez la tristeza...
Nombrarla varias veces en un mismo poema
más que redundar
preocupa.)
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