martes, 14 de abril de 2015

La silla (I)



La miro, y me pregunto quién habrá tenido la idea. Resalta en su rincón, dorada, pura catarata de estilo. Pareciera que el autor, a medio camino, se hubiera arrepentido de crearla mueble, antojado de obras de arte. Refriega mi nariz con vahos superiores y distantes, altiva sobre panas rojas. Entre los dos hay más de tres escalones, en los que ella encabeza el podio. Encarnamos ideales separados por abismos infinitos. Es ella la que está siendo cuidada de mí, aquí, en el museo. En caso de incendio, sería salvada, y yo parte de los futuros restos. Debería ir y sentarme, aplastar sus ínfulas brillantes, pasadas y presentes, con lo más oscuro de mi culo, para mostrarle quién es el que está arriba ahora, y con qué parte de mí la estoy colonizando. Y luego de haberla humanizado, me echaría tembloroso al piso, para pedirle que se case conmigo hoy, ayer, urgente.

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