miércoles, 10 de septiembre de 2014

El amaestrado



Te agarrás la cabeza entre las manos
como si se te persignara la conciencia
en amuletos, para que no se la lleven lejos.
Cáliz-cuna que defiende todo
lo que queda adentro
en esa cápsula protectora imaginaria,
como si esos dedos dibujaran el subconjunto vos
mientras el todo-afuera
no dejara de avanzarte 
desde sus flancos-muchos,
presionando tus débiles ejércitos
de diez soldaditos huesudos
que se doblan, no pudiendo
ni con el peso
de su propio plomo.
Y ahí va terminando todo,
han logrado inminuirte en lo inevitable;
invadido por los índices
acusadores de lo externo,
que se meten en tu nariz,
tu oreja, tus bocas
y amasan tus no-pudientes
manos conquistadas
en una bolita vencida
que tiran lejos
mientras te tatúan su uniforme
y un alma neutra . 

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