miércoles, 4 de abril de 2012

Fénix




Soy mi propio infierno
y puedo vivir quemándome
ardiéndome
orillándome por dentro
carcomiéndome a bocados
ganándome terrero en las lluvias,
y en mis sequías.
Me quemo entera, soy brasas
esa versión no contada
de una cenicienta autoinmolada
que un día no sé cómo
se dice “a ver, muchacha”
y sale a barrerse,
ordena todo el caos resultante
 y planta sus nuevas flores
que, lentamente
(porque digan lo que digan
no es fácil renacer
con la gracia de un Fénix),
crecen sobre las ruinas
hasta que las arranco y cual medalla
las pongo en un florerito
azul quizá, o de un color alegre
que me recuerde que a veces ardo pero
que también sé lamerme las heridas
y cicatrizar, cantándome triunfos
en mis propias guerras.

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