miércoles, 25 de abril de 2012

Puntos en el espacio



Sé que hay un punto
donde yo comprendía
y después otro
en el que no.
El problema hoy
es que, estando
donde me encuentro,
no recuerdo en cuál
de los dos puntos
estoy en realidad,
o si tal vez me caí
en algún momento
de la recta que los une.

martes, 17 de abril de 2012

Propiedad de los universos


                                                        
¿Quién puede decir a ciencia cierta
que ha conquistado  sus universos,
si a veces lo mínimo causa desbarajustes
en lo delicado de los equilibrios
y son tan inconcluyentes las respuestas 
que podemos formular ante la mayoría de las preguntas?
¿Quien puede decirlo, realmente
si otro día pasa y esta parte constelar
que me abarca a mí, por ejemplo,
ya no es la de ayer, sino una casi desconocida
para la que aún no se han escrito manuales
que por otra parte, de existirlos,
yo tiraría sin leer?
Yo no puedo asegurar
bajo ningún punto de vista
(Ni aunque hoy me obligaran a declarar),
que mis mundos están ordenados
sanos, estudiados y repasados.
Aunque quizá, eso sí, podría atinar
a mirarlos todos los días un rato
tratando de aprenderlos de memoria.
Saberme su color, nombre y esencia,
sus problemas básicos, sus ilusiones inamovibles
para no confundirlos con los que otros
quieran venderme en el supermercado
en los días en que no me hallo en ningún lado
o cuando me pierdo de a ratos
en alguna nebulosa que me llena de laberintos.

sábado, 14 de abril de 2012

Árbol de caleidoscopios



Y un día, hasta los árboles decidieron que era hora de girar, y  nadie pudo dejar de asombrarse con la hermosura de los colores que emitían las nuevas frutas que les crecieron. Y se iluminó el cielo con los brillantes reflejos que surgieron de allí, haciendo que aparecieran estrellas que hasta entonces nadie había imaginado. Todo estaba transformándose, y la semilla de ello había sido un nuevo color, o una idea de cambio. Y el universo sonrió por un rato, que en tiempos de universo es eternidad...

miércoles, 4 de abril de 2012

Fénix




Soy mi propio infierno
y puedo vivir quemándome
ardiéndome
orillándome por dentro
carcomiéndome a bocados
ganándome terrero en las lluvias,
y en mis sequías.
Me quemo entera, soy brasas
esa versión no contada
de una cenicienta autoinmolada
que un día no sé cómo
se dice “a ver, muchacha”
y sale a barrerse,
ordena todo el caos resultante
 y planta sus nuevas flores
que, lentamente
(porque digan lo que digan
no es fácil renacer
con la gracia de un Fénix),
crecen sobre las ruinas
hasta que las arranco y cual medalla
las pongo en un florerito
azul quizá, o de un color alegre
que me recuerde que a veces ardo pero
que también sé lamerme las heridas
y cicatrizar, cantándome triunfos
en mis propias guerras.