¿Quién puede decir a ciencia cierta
que ha conquistado sus universos,
si a veces lo mínimo causa desbarajustes
en lo delicado de los equilibrios
y son tan inconcluyentes las respuestas
que podemos formular ante la mayoría de las preguntas?
¿Quien puede decirlo, realmente
si otro día pasa y esta parte constelar
que me abarca a mí, por ejemplo,
ya no es la de ayer, sino una casi desconocida
para la que aún no se han escrito manuales
que por otra parte, de existirlos,
yo tiraría sin leer?
Yo no puedo asegurar
bajo ningún punto de vista
(Ni aunque hoy me obligaran a declarar),
que mis mundos están ordenados
sanos, estudiados y repasados.
Aunque quizá, eso sí, podría atinar
a mirarlos todos los días un rato
tratando de aprenderlos de memoria.
Saberme su color, nombre y esencia,
sus problemas básicos, sus ilusiones inamovibles
para no confundirlos con los que otros
quieran venderme en el supermercado
en los días en que no me hallo en ningún lado
o cuando me pierdo de a ratos
en alguna nebulosa que me llena de laberintos.