Estaba parada en el medio de la librería cuando le sucedió. También pudo ser mientras hojeaba aquel ejemplar de Cumbres Borrascosas, no lo sé. Quizá no sea importante tampoco. Estaba ahí, donde sea que fuera, cuando de repente le sucedió aquello. No creo que a nadie que conozca le haya ocurrido algo similar, por lo tanto voy a describirlo como ella lo relató: Dice que estaba ahí, parada (no sabemos si con el ejemplar de Cumbres Borrascosas en la mano o no), cuando de repente no estaba más ahí y sí estaba en otro lado. Dice que no sabe si puede describirlo como un lugar, que no había paredes, ni piso, ni cielo, ni un afuera ni un adentro. Quizá fuera un des-lugar que la atravesaba, o quizá estuviera siendo partícipe y turista de todos los territorios al mismo tiempo. No lo sabía. Y el no saber hacía que no comprendiera muy bien qué debía hacer con eso: si irse, si quedarse. Supongo que uno no sabe qué cambiar del universo que está aconteciendo si no puede compararlo con algo conocido o con algo transitado. Sería como decir: “sí, este florero está mal aquí en este sitio porque lo he visto en otro sitio y me gusta más de la otra manera” Pero… cómo saber qué es lo que uno quiere cambiar o dejar como está en el caso de un no- universo que te atraviesa? Igual, ella decidió que lo más lógico sería quedarse quieta a ver si algo pasaba. Esperó el “algo” pero el algo no llegó, y siguió sin llegar, así que tuvo que quedarse ahí, porque tuvo miedo de que, al moverse, las cosas cambiaran más todavía y, de todas formas, ya había empezado a acostumbrarse a esa nueva realidad, o no-realidad. Sé por sus cartas que ahí vive todavía, que encontró la forma de pasarla bien incluso, y por lo visto, una forma de escribirme. A veces quisiera saber cómo es allá. A veces quisiera tomar su lugar, y ser yo quien, sin saber cómo volver, me quede feliz del otro lado de un no-universo o de un todo-universal, escribiendo cartas.
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