domingo, 29 de marzo de 2015

Un globo rojo


Suelo quedar atrapada en embrollos metafísicos y planes de conspiración imaginarios, pero al reloj no le pasan esas cosas, él no se cuestiona mucho y se conforma con eso de ir hacia su destino que siempre tiene que ver con dar vueltas en círculos, como ahora que anda en la mitad de eso y son las 6, entonces hay que ir corriendo a la parada porque está por pasar el colectivo y uno corre riesgo de llegar tarde a lo de las amigas. Lo bueno es que es domingo y no hay mucho tránsito por Corrientes; no hay casi nada que esquivar visualmente para ver si el 107 aparece allá a lo lejos. Por eso supongo que la mirada inevitablemente se une al único objeto en movimiento que trae el viento, un globo rojo que aparentemente se escapó del Mc Donalds de la esquina y viene con ínfulas de rana, dando tumbos a toda velocidad pegado al cordón, acercándose decidido y como urgido por su propio escape. Sin detenerse pasa  a mi lado y con el mismo énfasis dobla la esquina hasta desaparecer, dando a entender en esa ausencia que el plan de fuga está cumplido, y demostrando que si los globos han aprendido ya a independizarse y doblar las esquinas, no pasará mucho tiempo hasta que inventen un lenguaje, y de ahí a querer conquistar el mundo hay un solo paso. Creo que ya los relojes en su rutina de autómatas nos están avisando en cada giro del disco que la cosa pasa por ahí, y los medios vienen diciendo hace rato que la globalización será la perdición de la humanidad, pero usted y yo cambiamos de canal, como si nuestra mente cuadrada no pudiera entender que tanta  redondez nos está por caer encima, o no nos importara cambiar de forma ante cualquiera que viene y se pone a darnos cuerda y a hacernos girar en círculos marcando nuestra hora final, que es la hora en que todo nos empieza a dar lo mismo.

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