Hay una casa allí, donde los demás la ven,
porque los muebles están
donde deberían.
Incluso los cuadros le rinden a suelos y cielos
perpendicularidades exactas,
pero se omite comentario
ante paredes y techo, que han dado su ausente.
Todo queda allí suspendido en transparencias
irrenunciando a su lugar en el hábito
de ser la mesita del rincón, o aquel repasador
que cuelga húmedo, por ejemplo,
cerca de platos que nadie
ha usado todavía.
Da lo mismo tratar de convencerlos
de lo contrario. Ya los de afuera
enhebran los puntos
faltantes
para que las lógicas respondan exactamente
y toda la escena resulte creíble
hasta en el montaje de su propia chusma
que se asoma desde otra ventana imaginaria
para vislumbrar lo que esconden
las paredes que no existen,
porque lo que no
oculta nada
algo debe andar ocultando.