Ayer perdí una
llave
en una sucesión
de pasos
equivocados.
Al perderla
perdí la casa
cuya puerta se
negó a reconocerme
al no tener ya
la llave
que abría la
puerta
de esa casa
que perdí,
ayer,
junto con el
hombre
que sentado
dentro
frente a todas
las ventanas,
observaba la
puerta
la no-llave, y
a mí
sin moverse
ni abrirse al
abrirme,
perdiéndoseme
también
en el efecto
dominó
de las
ausencias acumuladas.
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