Y un día todo empieza a quedarte chico:
ese techito verde que fue tan tu-cuna
y ya no te llama a volverte usuaria,
los objetos que te eran imprescindibles
y hoy descansan entre lo perdido,
los símbolos que desenterraste
mientras construias un estar-viva,
la gente que se inventa candados
para curarse del miedo al candado,
las palabras del diccionario
que son siempre sed
de las aún no creadas,
y hasta vos misma,
que te llenás de bordes
como matrioska que se esconde
replegada entre sus partes.
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