Trepar al tótem que
forjaste; ir abrazando la cima de la base por altura, piedra sobre piedra.
Sabés que el mundo a tus pies fue cimentándose sobre pilares de flores y de
huesos, mostrando que tu camino estuvo lleno de lo efervescente, pero también
que fuiste un caníbal que necesitó arrancarle las uñas a lo simple y devorar su
propia muerte ante lo obvio. Es así que llegaste a mirar sobre el futuro y
despojándote de excusas y experimentos, te blanqueaste la verdad que fuiste a
buscar arriba (TAN allá arriba), diciéndote: “y al final, amigo, el infierno de
lo ajeno, es tu mejor cielo”.
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