Cuatrocientas noventa y nueve piezas de un rompecabezas de quinientas. Buscando esa que falta, declarándola desaparecida. Intentando sobornos y tentaciones a los fantasmas que pudieran traerla de vuelta. Un día intenté incluso hacer de cuenta que no quedaba tan mal el todo sin esa parte, pero su ausencia latía en los bordes que delimitaban el lugar que le pertenecía en el conjunto. A medida que pasaban las semanas, incluso, dejé de ver el resto de las piezas y sólo ví el hueco que le correspondía, rellenándolo mentalmente con las líneas que a mi criterio faltaban. Sí, a mi criterio, porque ni siquiera recordaba ya cuál era el diseño que tenía ese pedazo de algo, sólo sabía que no podía ver nada sin ella.
Mi vida lentamente empezó a carecer de sentido, perdí mi trabajo y mi hogar, incluso las otras 499 piezas del rompecabezas desaparecieron también. Yo no dejaba de buscarla, de día y de noche, en todos los rincones que la vida me pusiera enfrente, sin cesar, sin perder la esperanza.
Un día por casualidad la encontré en un Shopping virtual. Ni siquiera costaba $2.50. No entendía cómo podía ser que alguien no supiera el valor de lo que tenía y decidiera regalarlo así, como si fuera una cosa más, pero ahí estaba. Cuando fui a retirarla (previo pago de los $2.50), el dueño me confesó con cierta vergüenza que poseía el resto de las partes, pero que prefería ya no tenerla cerca. Dijo que al mirarla parecía resaltar entre las otras, que al verla no podía ver el resto, que al sacarla del conjunto recuperaba la paz, y que ya ni siquiera podía dormir sabiendo que la pieza del puzzle estaba en la misma habitación que él. Decía que a veces le daba la sensación de que el pequeño pedazo irregular de cartón lo observaba fijamente, queriendo llenar toda la casa con su presencia.
Le agradecí y luego me fui rápido de ahí, nunca me gustaron las personas que se obsesionan de maneras tan extremas. Una vez lejos respiré hondo, pensando dónde ir, ya que lo había perdido todo, pero no importaba. Ya encontraría un lugar donde sólo existiera yo, la pieza Nº 500 y nada, nada más que nosotros y nuestra felicidad de ser sólo 2, sólo dos que ahora están completos.