Nada descansa en mis manos.
Me siento a mirarla
observando en detalle
su no ser
su no estar
y su no querer moverse
de la comodidad de mis dedos.
Presiento que esa Nada
ocupa un lugar, de todas maneras
y pienso
que quizá si se corriera un poquito
vendría Algo
a sentarse a su lado
y, con el tiempo,
Algo y yo
podríamos entretejer un plan
para ir dejando a Nada sin espacio
hasta
que
un día
se caiga de mis manos
y no encuentre cómo
volverse a subir.